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  • Foto del escritorJavier Ortega Allué

Hacia dónde va la psicoterapia.


Hace un par de meses, recién comenzando mis vacaciones, recibí una nota de mi amiga María Elena Bardales invitándome a participar en este Seminario Internacional que organiza el Hospital Víctor Larco Herrera. Fue una grata sorpresa y un honor por el que estoy agradecido y espero estar, aunque sea desde la distancia cercana de este medio audiovisual, a la altura de las circunstancias. No sé si al final estarán ustedes de acuerdo conmigo en que habré cumplido un poco, al menos en cierta medida, con su amistosa petición.

Sé que están ustedes debatiendo a lo largo de la jornada, sobre los enfoques integrativos psicoterapéuticos. Les confieso, antes de nada, que yo soy un terapeuta relacional sistémico y un clínico que aborda estas materias científicas desde la experiencia viva de tratar con familias y pacientes en el Hospital de San Pablo de Barcelona y también en mi propia consulta privada. No voy a hablar, pues, como un teórico, sino como un clínico que reflexiona y a veces hace teoría, desde la experiencia de muchos años de trabajo terapéutico. Pero también como un clínico que se apoya en una teoría para intervenir.

A menudo me gusta recordar las palabras de aquel astuto terapeuta que fue Salvador Minuchin, quien repetía que, con frecuencia, las personas (y creo que nos incluía a los terapeutas en ese grupo privilegiado), solemos hacer menos de lo que sabemos hacer y a restringir nuestro repertorio de habilidades y competencias, en función justamente del contexto relacional donde nos desenvolvemos.

Lo mismo les sucede a las familias. La familia que vemos en terapia es una familia parcelada, una familia que nos muestra sólo una parte de sí misma; pero no porque deseen ocultarnos otras, sino porque están en un momento de su situación en que esas otras partes nos las consiguen ver, no son ellos mismos capaces de verse. Es acaso una de nuestras tareas más importantes hacer que la familia capte esas competencias que posee sin usar, que se atreva a utilizarlas y luego a ser notarios –nosotros- de ese cambio. Me gusta mucho ser un notario del cambio. Creo que es una de las tareas que dignifican nuestra profesión.

Como voy a centrar mi mirada sobre el terapeuta, quiero señalar que, en lo que se refiere al profesional, este infrautilizarse ocurre, a mi juicio, por dos razones:

En primer lugar, todos sabemos que hay una fuerte tendencia natural a repetir las intervenciones exitosas. Se crea así en nosotros la fantasía de que aquello que sirvió con una familia habrá de servir, necesariamente y casi de forma automática, con otra en circunstancias parecidas. Obviamos con ello los elementos singulares, idiosincrásicos y propios de dichos sistemas, sus mitologías, sus historias trigeneracionales, etc. Tendemos, pues, a simplificar una realidad que es hondamente compleja. Esto lleva a que a menudo los propios profesionales caigamos en manierismos inútiles que nos ubican en nuestra zona de confort.

Todo lo más, cuando no sucede lo que esperamos que ocurra, hablamos de las resistencias de la familia o del paciente y nos adormecemos con esta suerte de pseudo-explicación científica.

Mi experiencia clínica me ha enseñado que las únicas técnicas que funcionan de forma más o menos universal son precisamente aquellas que “tocan aspectos universales de todas las familias”.

La segunda causa de actuar por debajo de nuestras posibilidades es la tendencia a creer que la terapia consiste en aplicar unas ciertas técnicas de intervención. Cuanto más perfecta sea la técnica, más efectiva habrá de ser la terapia.

Yo creo que, además de las técnicas, que por supuesto hay que conocer, y que muy a menudo sirven para dar confianza a las familias acerca de sus posibilidades de cambio o de la cintura que tiene para hacerlos, hemos de tener en cuenta otros elementos tan o más importantes en nuestro trabajo, cuyo descuido conduce a menudo al fracaso o abandono de una terapia. La psicoterapia que viene va a estar iluminada por estos otros aspectos y va a desarrollarse, creo yo, siguiendo la estela de estos elementos.

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