A lomos de todas las paradojas
se cabalga hacia todas las verdades.
F. Nietzsche
Etimológicamente, [τὰ] παράδοξα [tà] parádoxa, quiere decir al margen o contra la opinión común. De manera que la paradoja es un elemento que genera en el paciente un estado de aporía o perplejidad, a partir de cuya resolución ya no podemos hacer ni pensar lo mismo de la misma manera, ni obtener de ello idéntica satisfacción o parecidos beneficios secundarios. La paradoja está permanentemente presente en los procesos terapéuticos, como parte consustancial de los mismos. El terapeuta afronta la vivencia existencial de una persona, ínsita en su experiencia relacional, cuando esta-la persona- o aquella –la experiencia- se encuentran sumidas o teniendo que afrontar una crisis de la cual el individuo quiere –y no quiere- salir, pide -y no pide, ayuda; no sabe –y sabe- qué hacer; y, finalmente, es urgente, y necesita darse un tiempo, para cambiar.
Quien no se siente como en casa en el territorio de la paradoja, tan solo devendrá un técnico. Roguemos porque, al menos, sea bueno.
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