Para quienes sentimos la añoranza del tacto del papel y del olor a imprenta, recibir el MOSAICO que cada año dedicamos a los Congresos y Jornadas es un acontecimiento singular, una expectante espera, que se satisface hoy con el número que tenemos entre las manos. Detrás, en la sombra, un equipo de afanadas personas que lo hacen posible, y a quienes hay que agradecer sus embozados esfuerzos: coordinadores del monográfico, autores y autoras que nos hacen partícipes de sus trabajos, comité de redacción en pleno, correctores, jueces y valoradores que analizan los detalles de cada publicación…
Aquí está, pues, ajustando al máximo los tiempos, el número dedicado al Congreso, en que concurren la celebración del V Congreso Ibérico y el XLI Congreso de FEATF. Un pequeño pero significativo testimonio de lo que dio de sí la cita madrileña.
Los congresos suelen ser ocasión científica, pero también festiva y relacional, para compartir con otras personas de nuestro ámbito de trabajo aquello que hoy nos ocupa y que hemos visto reflejado en ponencias, talleres, comunicaciones y pósteres; y de lo que hemos hablado informalmente en las pausas para el café o en las comidas y cenas que juntos hemos compartido. Levantar un Congreso como el Ibérico no es pequeña tarea y hay que agradecer a quienes han estado trabajando en ello durante estos últimos dos años la lograda puesta en escena del mismo y el resultado final y sus conclusiones.
Parece, pues, que la terapia familiar sistémica y el modelo relacional interesan cada día un poco más. Su demostrada potencia en numerosos contextos, más allá del específicamente clínico en que tuvo su origen, da testimonio de ello. Uno lo nota cuando escucha a hablar a colegas que, desde otros modelos, han sido conquistados por nuestra propia terminología, a sabiendas o no, y por una mirada que pone en las relaciones y en sus fenómenos concomitantes buena parte del bienestar que no está dado alcanzar a las personas. La mirada sistémica ha conquistado en pocas decenas de años un lugar de privilegio para hablar de lo que sucede a las personas que conviven con personas, para hablar de lo no dicho y de lo que aún podemos decir. Con nuestro sello personal, abriendo espacios, flexibilizando miradas, aportando reflexiones a los más acuciantes problemas que una sociedad compleja como la nuestra no puede evitar, haciendo especial incidencia en las capacidades y competencias que todos los seres humanos tenemos y podemos activar. El abanico de posibilidades terapéuticas es amplio y el modelo relacional-sistémico se abre así poderosamente para, en la medida en que aporta esa mirada vincular, proponer soluciones y cambios a múltiples niveles: individual, familiar, contextual. Lo hemos visto en este Congreso y esperamos haberlo reflejado con suficiente fidelidad en este número de MOSAICO.
No nos olvidamos que en todo esto hay un trasfondo político inevitable. Porque los sistémicos trabajamos en una cierta dirección, hacia la salud, hacia el bienestar, hacia la justicia y la creación de una sociedad que tenga en cuenta cada vez más el papel que cada uno de nosotros juega en ella, como individuos responsables, con una inalienable dignidad y una irrenunciable libertad. Logros que se han conquistado, pero que siempre están en precario, como todo lo humano, y que hay que seguir defendiendo para no perderlos. Este Congreso nos incita a no olvidarnos de ello, y MOSAICO levanta testimonio.
Javier Ortega
Director de MOSAICO
Opmerkingen