Para mí, un terapeuta eficaz es aquel que sabe escuchar con atención genuina y curiosidad relacional lo que la gente le cuenta; y que sabe aprovechar entre lo que la gente le cuenta aquel instante irrepetible en que las personas le ponen ante la mirada el modo amoroso que podría reparar los vínculos que con el tiempo se han deteriorado. El vínculo es lo más importante. El terapeuta eficaz contribuye a crear ese momento reparador, esa historia contenida y latente que hay en todas las historias y que sería la que ayudaría a abrir espacios de recuperación y sanación. Las heridas psicológicas que nos hemos infligido no son de la misma naturaleza que las enfermedades biológicas, aunque no me cabe duda de que nos afectan en nuestra misma y única unidad psico-corpórea.
Detrás del estilo terapéutico de cada uno está quien cada uno es. Los terapeutas también podemos padecer síntomas, sufrir trastornos, arrastrar cuentas pendientes y llevar sobre los hombros pesadas cargas transgeneracionales. A menudo solicito a los terapeutas en formación que se auto-diagnostiquen a partir de los criterios diagnósticos vigentes, y que imaginen una terapia en que ellos fueran el significado paciente identificado. Conviene bajar al albero de vez en cuando, aunque me sigue sorprendiendo su reacción de sorpresa, pues sucede que a menudo no se habían detenido a pensarse como pacientes. Como ocurre en las familias, la presencia del paciente identificado nos hace a los demás, por contraste, un poco más sanos. El terapeuta herido que no se mira a sí mismo es un terapeuta parapetado en lo profesional, sea esto lo que sea. Utilizarse a sí mismo y parapetarse son para mí dos expresiones mutuamente excluyentes. [para seguir leyendo MOSAICO: La trastienda de un terapeuta]
Comments