Uno sabe que sabe
lo que no sabe aún,
para que otros ignoren
cuanto, debiendo saber,
apenas atisbaron y fue olvido.
El mundo es terco
en sus demostraciones
exactas
y el hombre más aún
pues, impertérrito,
sigue luchando
cuando el combate perdió.
Los hay que no saben
siquiera lo que ignoran
y ajenos al peligro
hacia el despeñadero avanzan.
Pocos tuercen su destino
por un poco de sabiduría.
Los más prefieren caer
y por completo abismarse.
El destino, deciden,
será el mismo para todos.
Gime el hombre ante el azar
por ser esquivo.
Por confiar en él
cuando él traiciona.
El llanto le consuela
de la sinrazón y el desencanto.